Monday, May 08, 2006

Antes.

Como se eleva una plegaria, como se le habla a un ser superior, Susy pide que pare, que deje de penetrarla, que le duele, que por favor pare. Susy está desnuda, boca abajo, y es embestida con fuerza por Facundo, "el argentino", quien no piensa detenerse. Susy continua con sus ruegos pero hace rato que estos se han transformado en otra cosa completamente distinta, algo así como un mantra, la frase escogida para dejarse ir, o el único medio posible para soportar el miembro de facundo en su ano. Facundo no para. Ella sigue sus ruegos.
No hay mucho de qué hablar después. Ambos se arreglan y la sensación de culpa se deja sentir como una ola de aire en la habitación. Susy apenas se despide y baja a la calle con la idea de olvidar todo en el camino, de dejar todo lo ocurrido cuadra a cuadra utilizando a Santiago como el vertedero que es, y la tarde como el cobijo necesario para su nimia existencia. Entre esa maraña de cuadras que no esconden otra complejidad distinta a la de una estricta cuadrícula, Susy arrastra su índice por las paredes tapiadas de hollín con la ilusa idea de dejar una marca a efecto de repetición, una hendidura en la dureza de la ciudad que la repele sin excepciones cada vez que realiza el proceso de limpiado entre la casa de "El Argentino" y su hogar. El camino es largo y desde José Miguel de la Barra hasta Cumming hay suficientes cuadras cómo para que el dolor –mental y físico- mengüe y le permita sentarse con entereza frente a su "queridísimo Josh", para explicarle que la ciudad requiere violencia, que con ese carácter es natural que nadie le dé la oportunidad de un trabajo mejor, que es solo un mal momento, que pasará y que todo volverá a encajar, que ella esta dispuesta a sufrir carencias si es necesario, que hasta ahora lo han sobrellevado bien y que no ocurrirá nada que les impida actuar con dignidad.
Ella no cree nada de eso, pero eso no importa, Josh guarda una sensibilidad de la que ella eligió hacerse cargo desde que lo conoció y no claudicará porque el dinero no les alcance para comer aún cuando sea fin de mes. Joshua tiene sus obligaciones y ella lo entiende. El sueldo de Joshua debe cubrir ciertas necesidades de familia y ella lo entiende. Ella no está incluida en esa familia y también lo entiende.
Su casa se mantiene en pie solo porque es una herencia que nadie puede arrebatarle, y es lo único que la configura como habitante de un lugar en el que absolutamente nada tiene las dimensiones que aparenta, por lo que el que no reciba dinero solo tiene incidencia en su cuerpo, ella no come, ella no bebe agua, pero no importa, siempre hay lugares donde conseguir lo que hace falta, lo importante es mantener un punto en la urbe, un único verdadero registro que le sobreviva, y aquí se alejan las ilusiones para Susy. Todo lo que ella pueda hacer en los otros se perderá inevitablemente. Toda marca que los otros le hagan –incluso partirle el ano- será regenerada y el registro definitivo, el recuerdo de ese momento, se pudrirá junto con ella en un profundo hoyo en la tierra. Nadie sabrá con exactitud que fue lo que aconteció, quien fue el que lo hizo o que fue lo que hizo. Toda versión distinta a la original ya no pertenece al original, y puede que el original jamás sea vuelto a encontrar pues quien lo emitió está vivo, y si estas vivo estas camino a la muerte y eso es degenerativo. Nadie es el mismo de un segundo a otro, pero eso es cliché. La casa como imagen de consciencia ya es cliché, y suena tan inocente como la afirmación de que el arte es provocar, repetida hasta el cansancio por su par de pintores amigos que la acorralan de vez en cuando en algún bar.
Pero no, en ningún caso se dejará acorralar y para eso está su hogar, el punto marcado en la cuadricula por siete números que emiten un sonido a su aparto telefónico; de cualquier lugar, estés donde estés sea quien sea, marcas y la voz llega hasta su oído. Perfecto.
Ahora todo está en calma. Los pasos fueron haciéndose más lentos e incluso a la limpieza se ha sumado una bolsa de pan que a comprado en el supermercado. Ha llegado. Su casa esta oscura y él no está. El teléfono suena, contesta y pregunta: "...¿Josh?".

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