Friday, June 09, 2006

Después.

Despierta sudado y se da cuenta de que aún está al lado de Susy. El cuello todavía le duele y el recuerdo de un grito segundos antes de recuperar la consciencia le hace buscar rastros de alguna visión que lo haya suscitado resultando imposible dar con algo concreto. El olor agrio del vómito le impide seguir pensando. Decide levantarse y ordenar la casa. Buscar rastros que expliquen sin necesidad de despertar a Susy lo que estaba ocurriendo antes de su llegada. Datos que aclaren el estado anímico de Susy y la presencia de sus amigos artistas, tan inusual como molesta para él.
Mientras enciende la tetera, mientras recorre con la mirada el trabajo que le espera, Josh se da cuenta que contando esta vez, es la tercera oportunidad en que se encuentra con los amigos de Susy. La primera vez fue tragedia: Susy estaba sentada, borracha, a las tres y media de la madrugada al medio de la avenida General Velázquez, casi llegando a la Alameda; Josh venía de una fiesta en un galpón cercano, y a pesar de que no se sentía con ánimos cómo para involucrarse con una chica que botella en mano interpelaba al aire y profería gritos espantosos cada cierto tiempo, decidió acercarse y ofrecerle ayuda, acompañarla a su casa o comprarle un café. En ese momento Josh no vio a nadie en la calle y creyó que Susy –la chica borracha- se encontraba en potencial peligro. El error se hizo patente cuando Josh, creyendo que Susy se mantenía en silencio en señal de gratitud por las ofertas que le había hecho, decidió tomarla de la mano y ayudarla a salir de la posa de barro en que se encontraba. Susy lo trató de pervertido, le dijo que no se hiciera ningún tipo de ilusiones y que se podía buscar “a cualquier otra camboyana para satisfacer su lujuria callejera”. Acto seguido, una piedra lo golpeó en la cabeza rompiendo su frente y botándolo al suelo. Solo al incorporarse pudo ver dos figuras que asomaban de entre las sombras al otro lado de la calle y que Susy nombró como Pere y Luizo, a quienes también lanzó una piedra. Josh pudo observar, entre el río rojo que brotaba de su frente y que le tapaba la vista, que los tipos sonreían quietos, tranquilos, fumando y esperando, aún no sabe bien si que él se levantara o que a Susy se le acabasen las energías. Esa vez Josh no se quedó a averiguarlo.
La segunda ocasión fue algo más festiva. Josh, en busca de emociones fuertes, asistió a una “fiesta nudista de amor libre”, o, mejor dicho, una “festividad inmoral” como uno de los asistentes, al parecer el organizador, insistió en nombrarla. Josh, aburrido o asqueado, estaba apunto de abandonar el edificio cuando entre la multitud vio a Luizo, quien completamente desnudo paseaba sonriendo entre los invitados que a esa hora llegaban. Cuando Josh y Luizo quedaron frente a frente no se hablaron, ambos se reconocieron pero el silencio no fue roto. Luizo entregó el vaso de Whisky que llevaba en su mano a Josh y se marchó hacia otro sector del salón, abrazando por igual damas añosas y jovencitas aparentemente púberes que se encontraban haciendo una suerte de previa a lo que sería la propia fiesta. En esa ocasión Josh no pudo resistir su curiosidad y comenzó a buscar a la “chica del barro”, que fue el término que ocupó para contarle a su mujer lo ocurrido la noche en que su frente fue rota por un piedrazo. Como es de suponer la suerte no estuvo de su parte. Solo consiguió encontrar a Pere en medio de un grupo de hombres que no bajaba de los cuarenta años y que claramente hacían esfuerzos patéticos por llamar la atención del artista, que se lucía en un monólogo no carente de histrionismo respecto a un escultor de nombre Sergio Maillol, quien se suicidó el año ’73 y que a Josh le pareció notable básicamente porque se llamaba igual a su suegro y el año de su muerte le hizo creer que el abrupto final pudo estar relacionado con un acto político.
Esa noche no tuvo mayor contacto con los pintores, pero se dedicó a averiguar qué era lo que sabían el resto de los invitados acerca de ambos personajes. Nada muy relevante fue lo que pudo sacar en limpio. Una chica, mientras le desabotonaba la camisa, le contó que a Luizo le gustaba que le dijeran “El Artista” y que su nombre real, si bien no lo conocía, no era Luizo. Otro anciano, mientras disfrutaba del blindaje de su edad ideal para ese tipo de convivencias, le contaba que había asistido a una exposición de ambos, que siempre exponían juntos y que por lo demás eran pésimos como artistas, pero que su esposa insistió en que compraran algo para no quedar mal con sus amigas. De otra gente no logró nada. Sus preguntas, cuando escapaban de lo estrictamente sexual, desinteresaban a sus interlocutores por lo que Josh acabó yéndose del encuentro alrededor de las cuatro cuando la fiesta estaba en su apogeo.Desde entonces, Josh solo se ha mantenido al corriente de las vidas de Luizo y Pere por lo que cuenta Susy, de tanto en tanto, en sus conversaciones o en alguno de sus momentos de felicidad donde habla más de lo apropiado para así terminar pidiendo disculpas hasta perder la consciencia. Por lo mismo es que este tercer encuentro no acaba de encajar en su cabeza; por lo mismo es que una inmovilidad total le invade impidiéndole siquiera ordenar la casa; por lo mismo no es capaz reaccionar y apagar la tetera que suena y suena mientras su mirada está perdida en un punto indefinido de la pieza; por lo mismo no es capaz de levantarse del mesón, caminar en dirección a la mancha de vómito y recoger las prendas de niño para después, con ellas en la mano, pedir una explicación lógica respecto a esto y a todo. Por lo mismo, Josh es incapaz de levantar la mirada y responder cuando Susy le dice: “Josh ¿estás bien? Te sangra la nariz”.

1 Comments:

Blogger ComandanteOso said...

Pues...y después?

6:24 PM  

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